El niño, desde que nace, recibe información diversa del medio ambiente: sonidos, luz, textura de su pañal, de la piel de su madre, etc. Todo esto influye y el niño lo asimila, ya que durante los 4 ó 5 primeros años de vida son como una esponja que todo lo absorbe.
En esta época es cuando el niño aprende la mayoría de las cosas que va a saber cuando adulto. Aquí, todo lo que hacen y/o dicen los padres influye en la conducta del niño, cada una de las actitudes lo esculpe, cada una de las palabras lo marca indeleblemente, influyendo y condicionando día a día su desarrollo.
¿Qué hacer? HABLAR CON EL NIÑO DESDE QUE NACE.
Nombrar con cierto énfasis todos los objetos y situaciones con los que el niño está en contacto.
"Imitar" todas las emisiones fónicas de su niño (como guu, ta-ta, brr, etc.). Al escuchar los sonidos que usted emite, se sentirá estimulado a balbucearlos él mismo otra vez. De esta forma, poco a poco, el niño llegará a imitar cada vez más sus propios sonidos y de quienes lo rodean
Los gestos que acompañan al sonido son especialmente apropiados para estimular el habla del niño. Por ejemplo:
* ti-ti : al ver a un carro
* pum : cuando algo se cae y explota
* ayy : cuando le duele algo
* puff : cuando algo huele mal
* miau : cuando ve al gato
* guau-guau, quiquiriqui, etc., cuando ve esos animales.
De ese modo se le incita a repetir o imitar. "Más tarde" se le va preguntando algo relacionado con cosas simples y de acuerdo a la edad del niño, por ejemplo: "¿Dónde está tu naricita? Aquí"; hasta que él solo diga: "Aquí," a la vez que se le va guiando la mano para que toque su nariz y decir "AQUÍ". De ese modo se estimula también la identificación de su cuerpo y otras cosas de su entorno, lo cual, además de producirle alegría, no conlleva el riesgo de cansarlos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario